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La tregua de Navidad (milagro de Noche Buena)

"La guerra siempre saca lo peor de cada persona, nunca lo bueno siempre lo peor”, afirmaban en la famosa película “La Lista de Schindler”. Pero hay ejemplos que demuestran que incluso en las peores circunstancias, la valentía, la generosidad, la fraternidad y las ganas de vivir de algunos seres humanos se eleva sobre la crueldad de sus semejantes.

Lo que sucedió parece un mito, un Cuento de Navidad, pero ocurrió de verdad, en la Nochebuena de 1914 en el frente occidental, durante la Primera Guerra Mundial y es uno de los hechos más curiosos de la historia militar contemporánea.

Tras la carnicería que supuso la batalla del Marne en septiembre de 1914, se pasó a lo que se denominó la “Guerra de Trincheras”, un frente estable donde los dos ejércitos contendientes tomaron posiciones uno frente a otro. En medio estaba la “tierra de nadie”, un terreno yermo lleno de alambradas y barrido por las ametralladoras y la artillería.

Llegó el invierno, duro y cruel y más aún en el frente, se solicitó una Tregua de Navidad por parte del Papa Benedicto XV, que no fue aceptada por el alto mando de ninguno de los contendientes. Y entonces llegó la Nochebuena


El día de Nochebuena

Cuentan que ocurrió en el frente de Flandes, en Bélgica. Alemanes a un lado, ingleses, escoceses y franceses al otro. Poco a poco en la trinchera alemana comenzaron a aparecer luces; eran velas colocadas en las bayonetas y árboles de Navidad (que el Kaiser había enviado para subir la moral de sus tropas). Comenzaron a aparecer paneles de uno y otro lado, en los que había escrito “Merry Christmas” o “Frohe Weinacht” y súbitamente desde el lado alemán alguien entonó el “Stille Nacht, Heilige Nacht” (Noche de Paz, Noche de Amor).

Dicen que el cantante salió de su trinchera acompañado de otro camarada que tocaba la armónica. Sus enemigos no dispararon. Un gaitero escocés desde el otro lado siguió la melodía. Cuando acabó el villancico, en las dos trincheras se aplaudió y se vitoreó. El cantante alemán y el gaitero escocés, entonaron “The First Noel” y después con un árbol de Navidad en los brazos el alemán avanzó en dirección a la trinchera inglesa y el escocés salió a recibirle. Cuentan que simplemente se abrazaron.


Y entonces sucedió; los oficiales de ambos lados salieron a la tierra de nadie seguidos de los soldados y avanzaron. Y cuando se encontraron, los enemigos no se mataron entre sí, no salieron a masacrarse, simplemente se saludaban y se abrazaban, se deseaban mutuamente una Feliz Navidad, se enseñaron fotos de sus familias y cartas de sus novias, de sus esposas y de sus madres, cambiaron botones por guantes, chocolatinas por raciones de comida y compartieron cigarrillos y tragos de whisky y de schnapps, y simplemente celebraron la Nochebuena, aunque al día siguiente tuvieran que volver a matarse los unos a los otros, simplemente celebraron la Nochebuena. A lo largo de toda la noche y en la mañana del 25, había casi veinte destacamentos a lo largo de unos cincuenta kilómetros de frente que habían hecho lo mismo: salir de las trincheras y celebrar la Navidad con el “enemigo”.


La mañana de Navidad

La mañana de Navidad, todos juntos, alemanes, ingleses, escoceses y franceses cavaron tumbas y enterraron a los muertos que habían quedado abandonados en la “tierra de nadie”, unos al lado de otros, sin importar el color del uniforme. Enemigos en vida y hermanos en la muerte. Un capellán escocés y un teólogo alemán de monaguillo, celebraron una misa de difuntos comunitaria. Y después alguien apareció con un balón de fútbol y por supuesto hubo partido.

La propaganda bélica de ambos bandos había pintado a los enemigos como monstruos atroces y crueles y de repente cuando se encontraron frente a frente descubrieron que eran hombres tan hartos de la guerra como ellos, con familias e ilusiones y tantas ganas de vivir como las que tenían ellos. Cuando los altos mandos se empezaron a enterar de lo ocurrido el Cuento de Navidad se terminó. La fraternidad era peligrosa para guerra. Se reorganizaron los frentes, se trasladaron los destacamentos a otros puntos con combates más duros, se censuraron cartas, periódicos y fotografías, para que nunca nadie supiera de lo ocurrido, se ordenaron deliberadamente cargas suicidas, se prometió solemnemente que nunca más volvería a pasar algo así.


Lo único que querían era celebrar la Navidad en paz

Varios han afirmado que la Tregua de Navidad fue el último vestigio del siglo XIX, el último momento en el que en la guerra los soldados se trataron con mutuo respeto, como hombres y como semejantes que eran. Con la Primera Guerra Mundial el siglo XX dio comienzo de verdad. El siglo donde los conflictos bélicos causaron más muertos, militares y civiles que en cualquier otra época en toda la Historia de la Humanidad. Los de siempre no dejaron que el Cuento de Navidad terminara bien.


Un superviviente, testigo de los hechos afirmó ya anciano: “Si la tregua se hubiera prolongado otra semana, habría sido muy difícil reiniciar la guerra”. Otro soldado inglés que no sobrevivió al conflicto escribió a su familia “Todo ocurrió espontáneamente, de forma muy misteriosa. Un espíritu más fuerte que el de la guerra venció aquella noche”. Una noche en la que lo único que querían era celebrar la Navidad en paz.

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